Cuando es la mente la que crea la enfermedad

Cuando es la mente la que crea la enfermedad

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Qué son las enfermedades psicosomáticas y cómo se explica que nuestra mente sea capaz de crear una enfermedad real

La gestión emocional es una de las claves para evitar este tipo de enfermedades

Me costó mucho aceptar que era yo la que me causaba a mí misma los dolores de cabeza que llevaba años sufriendo…pero no porque no estuviera dispuesta a entender que mi dolor era psicosomático, sino más bien porque en todo ese tiempo, nadie me explicó realmente que eso podía ocurrir: que yo misma me podía crear no sólo los síntomas de una enfermedad real…sino una enfermedad real tal cual. Pasé por las manos de decenas de neurólogos. Me hicieron todo tipo de pruebas, TACS, y resonancias. El diagnóstico era siempre el mismo: usted no tiene nada, es simplemente un dolor tensional...

Ahora, estoy convencida de que si eso que me dijo el primer neurólogo al que visité con 25 años hubiera estado acompañado con una sencilla recomendación: quizás usted debería visitar a un psicólogo o un experto en enfermedades psicosomáticas que le ayuden a entender el origen de su dolor, me habría ahorrado mucha medicación, mucha preocupación, mucho dinero en sesiones de fisioterapia y sobre todo muchísimo dolor.

El origen de las enfermedades psicosomáticas


Este es el testimonio de Almudena, una mujer española de 40 años que forma parte de ese 30 por ciento de personas que sufre una enfermedad psicosomática. Por suerte ella pudo superarla…pero para eso tuvo que desafiar su vieja creencia (y la de tantas personas) de que las cosas de la mente son ficciones mientras que las cosas del cuerpo son reales. Este es el principal obstáculo con el que se encuentran las personas con enfermedades somáticas: que se niegan a aceptar que el origen de su enfermedad es emocional.

"Pero en cuento entiendes la relación entre mente y cuerpo, en cuento hablas con algún experto que te explica de una manera sencilla cómo funciona esa conexión y empiezas a buscar el origen de tu dolor o tu enfermedad, todo cambia", explica Almudena, cuyo cambio comenzó a fraguarse hace dos años, cuando un compañero de trabajo le recomendó el libro de la neuróloga irlandesa Suzanne O’Sullivan, Todo está en tu cabeza.

La conexión mente-cuerpo


Fue como un despertar, explica, "después de leer ese libro me pregunté si eso no era lo que me estaba pasando a mí y lo curioso es que solo con eso creo que me empezó a doler menos la cabeza. Entonces me dije: no tengo nada que perder y decidí buscar un buen psicoterapeuta experto en enfermedades psicosomáticas. Con muy pocas sesiones conseguí que mis dolores empezaran a remitir".

Almudena se dio cuenta de que toda su vida había vivido completamente desconectada de su cuerpo. Sus dolores de cabeza empezaron cuando era jovencita, en la época que empezó a trabajar, se fue de casa de sus padres y cogió realmente las riendas de su vida. Fueron años de mucha incertidumbre, miedos, angustia. A sus inquietudes profesionales de entonces tuvo que sumar un par de relaciones de pareja que le generaron muchas preocupaciones e inseguridades.

“Si pudiera volver atrás, con todo lo que he aprendido en estos dos años, creo que ahora sabría gestionar esa ansiedad…simplemente aceptarla, dejarla estar, darle su espacio… nunca luchar contra ella. Sin embargo por entonces hice lo único que podía: tratar de taparla y hacer como si no pasara nada”.

Una nula o deficiente gestión emocional puede llevar a nuestra mente a crear una enfermedad real


Con el tiempo Almudena he entendido que eso fue lo que hizo que se acumulara tanta tensión en la zona de los hombros y el cuello y que la tensión empezara a salir en forma de dolor de cabeza.

“Es curioso porque el primer neurólogo que me vio, me dijo justo eso: que estaba saliendo la tensión por ahí, pero no me dio ninguna pauta, ninguna orientación sobre cómo gestionar mejor las emociones”.

Suzanne O’Sullivan explica justo eso en su libro. Una nula o deficiente gestión emocional puede llevar a nuestra mente a crear una enfermedad real...no una simulación de una enfermedad, no: una enfermedad de verdad. Las enfermedades psicosomáticas no son enfermedades falsas como muchos creen, lo que ocurre es que sus síntomas se desencadenan por razones mentales.

El caso de Almudena era un dolor de cabeza, pero hay muchas enfermedades (hasta un 25 por ciento de las patologías, según los expertos) que tienen un origen psicosomático; desde problemas digestivos, hasta alergias, pasando por enfermedades de la piel, problemas cardiovasculares o epilepsia.

Las emociones provocan síntomas físicos reales


Esta es una realidad como la copa de un pino que experimentamos a diario: ¿Acaso no se le acelera el corazón durante unos segundos cuando siente que no va a frenar a tiempo para no chocar contra el coche de delante? Esto pasa porque sentimos miedo.

Ese mismo miedo, con la misma aceleración del corazón, lo podemos sentir al día siguiente, solo al recordar que casi nos damos un golpe con el coche. En ese caso ha sido un pensamiento (un recuerdo, que es un tipo de pensamiento) lo que ha provocado una emoción. Y las emociones siempre tienen un eco en el cuerpo: en el caso del ejemplo, sería la aceleración del corazón, que no tiene nada de ficticia, es completamente real…es decir, no necesitamos pegar un frenazo (real) para que nuestro corazón se acelere, basta con hacerlo en nuestra cabeza.

Si a una situación estresante en nuestra vida, por ejemplo, un pico de trabajo, que ya nos genera por sí misma ansiedad, le sumamos unos pensamientos más estresantes aún, del tipo “no voy a poder con todo, esto es demasiad para mí, no me da la vida, esto es horrible” la emoción (ansiedad)  se multiplica y por lo tanto su eco en el cuerpo también se hace más intenso.

Ese eco en el cuerpo de una determinada emoción (que puede estar generada por un pensamiento o por un estímulo externo) sería la manifestación o el síntoma de las enfermedades psicosomáticas: el dolor de cabeza, el eczema en la piel, el dolor de estómago etc…

Las manifestaciones de la enfermedad son las mismas, pero el origen es diferente, por tanto el tratamiento debe ser completamente distinto
Suzanne O’Sullivan explica en su libro que al principio de su práctica médica recibía muchos pacientes con síntomas muy graves, incluso en algunas casos con convulsiones epilépticas. Pero no encontraba causa neurológica. Con el tiempo descubrió que estos pacientes no fingían, sino que tenían convulsiones igual que los pacientes epilépticos en los que sí podía identificar una causa neurológica. Y así pudo entender que a veces la causa del cuadro sintomático está en la mente y no en el cuerpo. Las manifestaciones de la enfermedad son las mismas, pero el origen es diferente, por tanto el tratamiento debe ser completamente distinto. En el caso de Almudena, el único tratamiento con el que mejoró fue la psicoterapia.

Las enfermedades psicosomáticas pueden ser más o menos graves dependiendo de la causa. Los casos muy extremos suelen venir de traumas psicológicos severos y los menos graves igual tienen su origen en una mala gestión del estrés o en un cúmulo de agobios y preocupaciones como le ocurrió a Almudena. El problema, como explica la neuróloga en su libro, es que la situación se agrava cuando una persona se obsesiona con un determinado síntoma, por ejemplo el típico dolor de estómago asociado a la angustia y trata de buscar una explicación médica que no existe. Esto le lleva a una situación en la que puede acabar desarrollando una enfermedad psicosomática. Además, este tipo de pacientes son reacios a aceptar el diagnóstico.

La clave, la gestión emocional
Simplemente con abrirnos a la posibilidad de que nuestros síntomas pueden tener un origen en nuestra mente porque quizás estamos gestionando mal una o varias emociones (ansiedad, frustración, angustia) puede tener el efecto de reducir un poco esos síntomas, como le pasó a Almudena.

Ella hizo psicoterapia y eso le llevó más tarde a apuntarse a un curso de inteligencia emocional y mindfulness en el que aprendió a escuchar a su cuerpo y a darse cuenta del poder que tiene su mente… para lo bueno y para lo malo.  “Porque mi vida sigue siendo muy estresante, eso no lo puedo cambiar. Yo sigo siendo una persona un poco agonías. Pero ahora, cuando me agobio y noto la tensión en mi cuello que se que es la antesala de una cefalea,  simplemente me digo, claro Almu, es normal que te agobies con todo lo que tienes encima en este momento. Trato de respirar para calmarme un poco y me pregunto si de todas esas cosas que me agobian hay algo que pueda dejar para más adelante cuando tenga más tiempo".

Es como si hiciera un control de calidad de sus pensamientos y eso le permitiera rebajar la intensidad de las emociones incómodas…que por supuesto no desaparecen del todo. “ Sé que si me digo ese tipo de cosas consigo sentirme mejor y sé que si entro en el bucle de pensamientos autoexigentes que me llevan a tratar de llegar a todo, entonces tarde o temprano me va a ocurrir que estaré tan ocupada en hacer cosas que nunca encontraré tiempo para pararme y escucharme."

Y eso es justo lo que pasó hace 15 años, cuando empezaron sus cefaleas.

 


Información tomada de: niusdiario.es

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